Actualmente se está viviendo mucho la post-verdad, quizá esto no tenga que ver con la importancia de los hechos, sino que son nuestras adhesiones afectivas, la manera en que nos sentimos lo que manda a creer si algo es cierto o no es cierto.
Esto se vive mucho en las redes sociales, plataformas en las que recibimos muchísima información, donde no importa tanto lo que sucede, sino lo que podemos llegar a creer. Esta es una técnica persuasiva mal utilizada para influenciar en las personas, afectando a la creencia de los hechos reales con cuentos.
Para los usuarios basta una publicación en Facebook afirmando algo, un documento o una imagen alterada, unos tweets, e infinidad de información falsa circulando en redes haciendo cambiar hechos falsos por reales, que por ser más interesante, las personas lo creen. De esta manera el argumento “razonable” en lugar de ser la verdad, se convierte en el más atractivo.
La noticias no son perfectas, mucho menos todas las cosas que sucedieron a partir de un tweet, pero no es culpa solo de los periodistas, nosotros como lectores, como consumidores de las noticias, nos tenemos que hacer cargo resistiendo a compartir informaciones no validadas, y no respaldadas, ayudando a controlar la calidad de las noticias, eligiendo que queremos consumir y que no queremos consumir.
Esto es como creer en una nota de el deforma, creador de noticias falsas.